lunes, 23 de mayo de 2011

Pequeña Rapunzel

Oh bonita princesita                                  
de ojos como los del mar                         
deja caer tu melena                                               
que tan dorada está.                                 
Treparé hasta tu balcón                            
para oir tú cantar                            
y cerrando la mirada                                  
me permitirás volar.                                    
De esos labios escarlatas                                     
un beso quiero robar                                 
y de esa piel bronceada                            
una caricia derramar.            

BAILES DE MEDIANOCHE

Nuestras manos se unieron y la lenta música empezó a sonar. Se podía distinguir un dulce violín y un suave piano. Notaba tu cuerpo rozando el mío y nuestras miradas unidas por un largo y transparente hilo. Cada respiro, cada parpadeo, cada paso, nos llevaba a un lugar distinto. Te acercabas cada vez más, hasta que note tu labio acariciando al mío. Aquello me produjo una nueva sensación que nunca antes había experimentado. Me sentía feliz, viva, cómoda…  Cuando dejaste de besar mis labios, me miraste y con una tierna voz, en el oído me susurraste un “te quiero”. Entonces me deje besar por segunda vez y me perdí en un mundo, mi mundo, nuestro mundo. Y es que no hay nada mejor en esta vida que crearse un universo, en el que eres el protagonista, en el que todo transcurre de forma acompasada y que al llegar un momento puedes mostrarle tu creación a un ser; sea un familiar, un amigo o simplemente, un amor.

CORINNA

jueves, 24 de marzo de 2011

martes, 15 de marzo de 2011

Curando desamores de tus amores...

Me senté bajo el mar de estrelles que aquella cálida noche de verano cubrían el cielo. Abrí mi mente y dejé escapar todas mis preocupaciones. Y es que todas ellas se centraban en ti. Temía  perderte, a que no me querieras, a que me olvidaras...
Entonces te acercaste sigilosamente por detrás y con tus finas manos cubriste mis ojos. Pronunciaste  << ¿Quién soy? >>.  Reconocí aquella dulce aroma a camelia y enseguida supe que eras tú.  Al sentarte a mi lado, un calor me subió desde los pies hasta la cabeza. Solo por tenerte a mi lado ya me sentía feliz. Entonces recordé un pequeño detalle; al tener a Jorge a mi lado, las mejillas se me enrojaban. Quise disimular el rojo de mi cara con un breve gesto, pero perpetué que ya era de noche y que la oscuridad escondía mi timidez. Con un simple movimiento, me robó la mirada. Estaba completamente hechizada por sus marrones y penetrantes ojos. Aquéllos no escondían falsedades sino toda la verdad. Empezó a hablar y cada vez estaba más perdida en su mirada, hasta que hoy la palabra “pero te seguiré queriendo”. Reaccioné. Lo último que recordaba era que me hablaba de una hermosa chica que había pasado las últimas dos semanas en el pueblo. Luego empezó a hablar de sus sentimientos y…  Hasta aquí llegué. Parpadee un par de veces antes de reaccionar. No podía ser, otra vez se me había pasado el turno. Aquella bella chica le había robado el corazón a Jorge y yo no podía hacer nada. “¿Qué tenía ella que no tuviera yo?” pensé. Y con solo plantearme la pregunta un millón de palabras me inundaron la mente; ella era más guapa, más dulce, más deportista, más divertida y muchas más cosas. Al cabo de un rato le volví la mirada a Jorge. Parecía triste. Lo abracé con toda mi dulzura. Cuando abrí los ojos, la vi. Ella estaba allí, sentada al lado de la piscina contemplando el reflejo de la luna. Le di un pequeño golpe a Jorge y le señale en dirección a la piscina. El rostro le cambió por completo, parecía más feliz. Me dio dos besos de despedida y se fue corriendo hacia la chica. Mientras él se marchaba, mi corazón se puso débil. Otra vez la misma historia, la buena amiga que consolaba a los desamores de su amor, pero “¿y si esta vez no era un desamor?, ¿y si ella sentía algo por él?” Me sentí sola, triste, pero sobretodo estúpida…
Cerré los ojos y me bañe en aquél oscuro cielo. Las preocupaciones volvieron a sus correspondientes cajones y volví a pensar en él como nunca antes lo había hecho.

CORINNA.